Pablo Horacio Guiñazú su única ocasión de jugar con la Albiceleste había sido contra Brasil




En la carrera de Pablo Horacio Guiñazú las cosas han sucedido algo tarde. Al menos, las mejores. Y, además, no siempre de la manera más sencilla.

Porque el joven voluntarioso que tanto prometía en Newell’s Old Boys no se convirtió en un centrocampista idolatrado y en un auténtico líder tras sendas etapas discretas en el fútbol europeo —con el Perugia italiano y el Saturn ruso—, sino al tomar una decisión que parecía un paso atrás en su carrera: fichar por el Libertad paraguayo a los 26 años. Sin embargo, resultó ser un punto de inflexión. Después de triunfar durante tres temporadas en Asunción, el fútbol brasileño descubrió a Guiñazú, que se convirtió en capitán y símbolo del Internacional de Porto Alegre. Y por fin, ahora, Argentina ha vuelto a descubrirlo. Con 33 años, parece haber llegado al destino que se le auguraba al principio de su trayectoria: el combinado nacional.

“Sí, probablemente no sea el camino que recorre la mayoría de la gente para llegar a la selección principal”, reconoce el argentino en declaraciones a FIFA “Siempre había esperado este momento, pero admito que para mí mismo ha sido una grata sorpresa estar de nuevo en la lista”, cuenta, refiriéndose a la llamada de Alejandro Sabella para los partidos de los días 11 y 15 de noviembre, ante Bolivia y Colombia, en la competición preliminar de la zona sudamericana para la Copa Mundial de la FIFA Brasil 2014.

Hasta entonces, su única ocasión de jugar con la Albiceleste desde 2003 —disputó entonces cuatro encuentros, a las órdenes de Marcelo Bielsa— había sido el amistoso contra Brasil del 26 de septiembre, en el que solo actuaron futbolistas que compiten en las ligas brasileña y Argentina. “Sabía que aquella primera convocatoria era una situación especial, sin los jugadores de Europa, aunque también era consciente de la oportunidad que suponía. Y luché cuanto pude para aprovecharla”. Aunque su equipo cayese por 2-0 en Belém, convenció a Sabella, y está de vuelta, aun con la competencia ahora de todos los astros del fútbol europeo. “Creo que confirma que lo que dijo Sabella desde el principio es cierto: todos tienen opciones, al margen de dónde jueguen”.

Un nuevo escaparate

El concepto que ha cambiado, no obstante, no está relacionado únicamente con los jugadores argentinos, también afecta a la imagen de los torneos en los que compiten. Al menos así ha sido en el caso de Brasil, donde, desde que Carlos Tévez brilló con el Corinthians campeón de liga de 2005, la presencia de futbolistas del país vecino y rival histórico ha sido cada vez más constante y decisiva: desde Darío Conca, elegido mejor jugador del Brasileirão de 2010 con el Fluminense antes de ser traspasado al fútbol chino, hasta Walter Montillo, del Cruzeiro, pasando por dos compañeros de Guiñazú en el Inter, Andrés D’Alessandro y Mario Bolatti. “Sin duda, la relación del argentino con el fútbol brasilero ha cambiado tremendamente en los últimos años”, coincide el volante colorado. “Los argentinos están acostumbrándose a mirar con atención al fútbol de Brasil, que cada vez más atrae grandes nombres. Cuando empiezan a llegar jugadores de renombre que todavía están en el auge de sus carreras, la gente pasa a respetar más al campeonato brasilero. Y, como consecuencia, se valora más a los argentinos que destacan aquí”.

Así pues, era imposible no fijarse en el desempeño de Guiñazú con el Inter. Desde su llegada al club, en 2007, es uno de los mejores volantes del país y, sobre todo, un ídolo del público colorado, gracias a la contagiosa voluntad con la que recorre, como un poseso, toda la cancha, ya sea con el balón en los pies o detrás de los adversarios. Es también otra faceta suya que ha cambiado: el muchacho que, en su época de Newell’s, era un centrocampista zurdo ha acabado convirtiéndose en segundo volante recuperador. “Ya hace algún tiempo que juego así, de segundo volante, aunque en Argentina la gente todavía se acuerda de mí escorándome más hacia otra posición”, explica. “Contra Brasil, por ejemplo, como llevamos un poco más la iniciativa en el primer tiempo, yo jugué abierto por la izquierda, para auxiliar a Papa [Emiliano Papa, lateral izquierdo]. Pero enseguida pasé a mi puesto, que es el de segundo volante: corriendo y atento al marcaje. Y ahora, con todas estas figuras a mi lado, vaya si no voy a correr. Ya lo he dicho: por alguien como Messi, soy capaz de correr tres días sin parar”.

Dos camisetas

Guiñazú es incapaz de ocultar su alegría por el regreso a la selección. Lo demuestra en cada frase: “Es lo más lindo que puede suceder”, confiesa. “Voy a contar a mis hijos con orgullo que he jugado y me he entrenado con jugadores como Messi”, añade. Como un novato, a sus 33 años se reencuentra con su patria, que desde hacía algún tiempo ya no lo conocía tan bien como los aficionados brasileños.

Pero que una cosa quede clara: todo este reencuentro no significa nada cuando se trata de su club. El corazón de Pablo Horacio Guiñazú puede ser argentinísimo, pero a día de hoy lo comparte con el Internacional. “Aquí he encontrado el lugar ideal, y el cariño que recibo no tiene precio”, afirma al preguntársele sobre la posibilidad de regresar a algún club argentino. “Cuando renové el contrato [en mayo de este año, hasta 2014], dejé claro que sería un sueño terminar mi carrera aquí, en Porto Alegre, vistiendo estos colores que tanto me han dado”.

Ha tardado algún tiempo, y su trayectoria tampoco ha sido muy usual, pero ahora todo parece estar en su sitio: a la edad a la que muchos jugadores ya vuelven la vista atrás para ver sus sueños, Guiñazú mira adelante con ilusión.